lunes, agosto 23, 2010

Cronicas Marcianas

Cuando por primera vez salieron del coche al aire de la noche, hacía tanto frío que
Spender empezó a juntar la seca leña marciana y preparó una pequeña hoguera. No habló de celebraciones; recogió la leña, la encendió, y miró cómo ardía. En el resplandor que iluminaba el aire enrarecido de aquel seco mar de Marte, miró por encima del hombro y vio el cohete que los había traído a todos, al capitán Wilder y a Cheroke y Hathaway y Sam Parkhill y a él mismo, a través de un oscuro y silencioso espacio estrellado hasta este mundo irreal y muerto...

AUNQUE SIGA BRILLANDO LA LUNA


Ray Bradbury