lunes, marzo 31, 2008

lunes, marzo 24, 2008

Arthur C. Clarke. (Por Isaac Asimov)

Arthur Clarke es un buen amigo mío. De echo, tenemos un pacto que hicimos en un taxi que corría a toda marcha por la avenida Park hace quince años. El “Pacto Asimov-Clark de la avenida Park” estipula que yo debo insistir siempre en que Arthur Clarke es el mejor escritor de ciencia ficción del mundo (aceptando el segundo lugar para mi) mientras que Arthur debe insistir igualmente en que Isaac Asimov es el mejor escritor de ciencia ficción del mundo (aceptando el segundo lugar para el).

No creo que ninguno de los dos lo piense sinceramente, pues ni el ni yo hemos jamás oído hablar de algo llamado humildad, pero somos personas honradas que cumplen lo pactado.

En muchos aspectos, Arthur es indudablemente superior a mí. En edad, por ejemplo, y por tres años, pues nació en 1917, de manera que ya ha pasado un poco los sesenta, mientras que yo (como todo el mundo sabe) apenas si pase los treinta. También es superior a mi en calvicie y fealdad, pues es mas calvo y feo que yo, y lo confieso generosamente.

Entro en el campo de la ciencia ficción profesional en 1946 (siete años después que yo) con un cuento llamado “Loophole” (“Excusa”) publicado en el número de abril de 1946 de Astounding, y pudo verse rápidamente que él y yo pertenecíamos a la misma escuela de la ciencia ficción.

Ocurre que cualquiera que guste de mi escritura reconocerá avergonzado que también le gusta la de Arthur, y viceversa. También hay una tendencia extraordinaria a confundir sus escritos con los míos, algo que los dos tomamos con resignación.

Hay dos polos en la literatura de ciencia ficción: frió versus calido, lógico versus emocional, científico versus humanístico. Tanto Arthur como yo somos a veces calidos, emocionales y humanísticos, pero no cabe duda de que nuestro modo de expresión favorito es el frió, lógico y científico.

Artur se orienta fuertemente hacia la tecnología. Ha recibido una formación científica y su imaginación es disciplinada. Se pasea por el universo pero permanece encerrado dentro los límites de las leyes naturales. Por ejemplo, él fue el primero que imagino la comunicación vía satélite y explico su funcionamiento en un articulo que escribió en 1948. Parecía ciencia ficción pero no lo era. Ahora la tenemos y Arthur dice que se hubiera tenido la precaución de patentar algunos de sus conceptos básicos, seria ahora un hombre increíblemente rico. (No llore, gentil lector, él se las ingenio de todas maneras para convertirse en un hombre increíblemente rico).

Esta imaginación disciplinada caracteriza sus historias, que no se apoyan sobre el sexo ni la violencia, ni sobre la prosa retórica, sino sobre una visión sobrecogedora del universo que, como uno sabe, tiene muchas probabilidades de resultar correcta, como en el caso de las comunicaciones vía satélite.

Fue en 1953 cuando Artur llego a su apogeo con la publicación de Childhood’s End (“El fin de la infancia”). Este cuadro del hombre y del futuro, que crece en espiral desde la Guerra Fría de los años cincuenta hasta un clímax casi inasible, ha conservado su popularidad hasta ahora.

La concepción general de Clarke de los Amos Supremos, formas de vida guardianas del universo, se hizo sentir nuevamente en el clásico del cine “2001: Odisea del Espacio”, y aflora también en su reciente obra “Cita con Rama”, que fue muy premiada.

Sin embargo, la gran obra, y la clave para entender la concepción de Clarke sobre la influencia benigna de la tecnología, las perspectivas infinitas del avance humano, la victoria de la vida en un universo amigo, esta en “El Fin de la Infancia”.

Arthur afirma ahora que se ha retirado, y, sin duda, hay pocas personas que tienen tantos títulos como el para retirarse. Es respetado tanto por los aficionados de las ciencias como por los de la ciencia ficción, ha ganado todo tipo de premios en su vida y gano fama y fortuna.

No tiene familia y vive con todo esplendor en una mansión llena de sirvientes en la costa de Sri Lanka (antes llamada Ceilán, y antes aun, Serendib), donde se da el lujo de practicar buceo con escafandra y tiene el privilegio de tener el único televisor que hay en todo el país. Es la maravilla natural de Sri Lanka, y los turistas se quedan observándolo desde lejos.

Durante los últimos veinte años, en todas la s encuestas que se hicieron para determinar quienes eran los escritores de ciencia ficción mas populares, los tres primeros fueron invariablemente(en orden alfabético): Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Robert A. Heinlein. Lo que plantea una sola pregunta: ¿Cómo se las ingenio Robert para colarse?

Isaac Asimov
Publicado durante el 80 con motivo de la grabación de Caedmon de su “Fin de la infancia”

martes, marzo 11, 2008